El secuestro de 200 niñas en Nigeria ha salpicado el mundo de un hastag demoledor: "BRING BACK OUR GIRLS", devolviéndonos, una vez más a la dura realidad de los que no tienen nombre ni cara, de los que luchan contra la desigualdad en los lugares donde la igualdad escasea.
Luchar por el derecho a una educación digna, e ir diariamente al colegio parecen lujos al alcance de pocos, máxime de los que no los desean. Ser secuestrada en la puerta de un colegio por personas que están en contra de ese derecho es una violación en sí mismo.
El mundo no puede permitirse que unas niñas, las más inocentes, sientan el miedo y la inseguridad cuando salen de su casa por el mero hecho de ser futuras mujeres. Y por eso han sido capturadas, violadas sin descanso y serán vendidas, como otras ya lo han sido.
Qué clase de mundo puede ignorar daños así. Un mundo que es capaz de invadir movido por la codicia más elemental no es capaz de gritar y luchar cuando son, tan solo, pobres niñas las afectadas por el mayor de los abusos.
Cada día nos desayunamos la masacre de una mujer lapidada, condenada a prisión por casarse con la persona que ella ha elegido, por no obedecer a sus padres en materia de religión. Unas leyes impunes que legitiman el abuso eterno.
Mientras una niña o mujer siga teniendo un precio, seguirán necesitando más que nunca una educación que les enseñe que los seres humanos no pueden ser comprados, sino valorados y respetados.
Mientras sus gobiernos miren a otro lado,o legislando contra el género femenino seguirán necesitando una educación que les enseñe que esos gobiernos no son legítimos porque no les representan, no les respetan, no les valoran. Mientras la religión las obligue a obedecer a quienes ellas creen sus amos, no merecerá su fe, y dejará de ser útil, porque no podrá ser creída.
Luchar por el derecho a una educación digna, e ir diariamente al colegio parecen lujos al alcance de pocos, máxime de los que no los desean. Ser secuestrada en la puerta de un colegio por personas que están en contra de ese derecho es una violación en sí mismo.
El mundo no puede permitirse que unas niñas, las más inocentes, sientan el miedo y la inseguridad cuando salen de su casa por el mero hecho de ser futuras mujeres. Y por eso han sido capturadas, violadas sin descanso y serán vendidas, como otras ya lo han sido.
Qué clase de mundo puede ignorar daños así. Un mundo que es capaz de invadir movido por la codicia más elemental no es capaz de gritar y luchar cuando son, tan solo, pobres niñas las afectadas por el mayor de los abusos.
Cada día nos desayunamos la masacre de una mujer lapidada, condenada a prisión por casarse con la persona que ella ha elegido, por no obedecer a sus padres en materia de religión. Unas leyes impunes que legitiman el abuso eterno.
Mientras una niña o mujer siga teniendo un precio, seguirán necesitando más que nunca una educación que les enseñe que los seres humanos no pueden ser comprados, sino valorados y respetados.
Mientras sus gobiernos miren a otro lado,o legislando contra el género femenino seguirán necesitando una educación que les enseñe que esos gobiernos no son legítimos porque no les representan, no les respetan, no les valoran. Mientras la religión las obligue a obedecer a quienes ellas creen sus amos, no merecerá su fe, y dejará de ser útil, porque no podrá ser creída.
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