La reciente publicación del libro CÁSATE Y SÉ SUMISA por la autora italiana Conztanza Miriano nos ha recordado a los rancios libros que se estudiaban en aquellos oscuros años del franquismo.
Hace muchos, muchos años, cuando era pequeña, buscando en casa de mi abuela, encontré junto a mi hermana unos apuntes de unas asignatura llamada "hogar" que habían pertenecido a mi tía allá por los lejanos años 70. En ellos, se hacían recomendaciones para ser una buena esposa, entre los cuales se destacaban valores tales como la abnegación, obediencia y alegría. Automáticamente, mi hermana y yo lo bautizamos como "el manual de la esposa abnegada y alegre", y nos reímos de ello a mandíbula batiente, seguras, quizá equivocadamente, de que aquellas ideas sólo podrían volver a esta sociedad releyendo las amarillentas páginas de apuntes de otros tiempos.
Por eso, la publicación de un libro en el que nuevamente se refiere a la mujer como esposa, como ser inferior al hombre, me resulta un paso atrás en esta sociedad. y este hecho se ve reflejado en sus ventas millonarias: ¿a qué mujer podría interesarle leer semejante mamarrachada, ya rechazada por nuestras abuelas, odiada por nuestras madres y aborrecida por nosotras y nuestras hijas?
¿A quién le interesa fomentar esos valores? ¿Quién quiere este retorno vintage? ¿Es ese el motor de la verdadera familia, acaso?
Una familia no puede estar cimentada sino en la igualdad y el respeto de sus miembros, en la comprensión y en la escucha de todos. No sé si estas palabras llegarán a alguien, pero sé que gracias a esos valores soy quien soy y hago lo que hago. No podemos permitirnos que otros nos impongan qué pensar, y que nos intenten inculcar unas ideas que huelen a pútrido y rancio antes de abrir las páginas de ningún libro.
Una familia no puede estar cimentada sino en la igualdad y el respeto de sus miembros, en la comprensión y en la escucha de todos. No sé si estas palabras llegarán a alguien, pero sé que gracias a esos valores soy quien soy y hago lo que hago. No podemos permitirnos que otros nos impongan qué pensar, y que nos intenten inculcar unas ideas que huelen a pútrido y rancio antes de abrir las páginas de ningún libro.
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